
Nunca pierdas la oportunidad de preguntar
POR ERICK CORTÉS
Esta semana me sorprendió la muerte de doña Francisca Viveros Barradas, mejor conocida como "Paquita la del Barrio", o simplemente "Paquita", como mi abuela la llamaba.
En los pocos años que llevo haciendo periodismo, he podido presumir que he tenido la oportunidad de estar frente a frente con una lista —realmente larga— de artistas, actores, políticos, locutores y presentadores de televisión. Pero lo que no suelo presumir es que no todas las veces que he tenido enfrente a alguien importante me he atrevido a hacerle preguntas.
La muerte de Paquita me ha hecho reflexionar sobre esto. Con ella ya son dos las estrellas que he conocido que se han dormido en la muerte. El primero fue Armando Manzanero, quien siempre recordaré por la humildad que demostró la noche que lo conocí. El maestro apareció en la carpa de lona que funcionaba como sala de prensa improvisada y comenzó a saludar de mano, uno por uno, a los veinte o treinta reporteros que estábamos presentes.
Yo fui el primero, pues algo que nunca me ha dado miedo es sentarme hasta adelante en las ruedas de prensa. Manzanero se acercó hasta mí y me dio la mano antes de que yo entendiera lo que quería hacer y pudiera levantarme por completo de mi silla para saludarlo con el adecuado respeto. Me dijo: "buenas noches, ¿cómo estás?" y procedió a hacer lo mismo con mi camarógrafo Mario Ochoa.
Tan pronto como se alejó para saludar a los demás, le expresé a Mario mi sorpresa por aquel gesto, viniendo de un artista tan grande, a lo que él me respondió: "por algo es grande".
Paquita se parecía a Manzanero. Tristemente, no puedo afirmar que ella también saludó de mano a todos los reporteros (porque yo llegué tarde a la conferencia que ofreció a los medios unos minutos antes de salir al escenario del Foro de las Estrellas de la Feria de San Marcos 2017), pero sí puedo decir que fue una de las artistas más amables y sencillas que he conocido.
En aquel año yo no planeaba cubrir la Feria de San Marcos, pero lo hice porque me lo pidió Lulú Tafoya, mi maestra y mentora en Aguascalientes. Ella había logrado un acuerdo con la corresponsal de una estación de radio de Dallas, Texas, quien me compartió su acceso de prensa a todos los eventos del Foro a cambio de que yo le compartiera a la estación el material que lograra filmar con mi cámara.
Aprovechando el acceso, yo podía hacer mi propio material para Voces Radio y TV, pero eso implicaba que yo cubriera todos los eventos solo, sin mi equipo de reporteros con quienes solía dividir la cobertura de los 21 conciertos. Así que le propuse a Lulú que hiciéramos un programa semanal cada domingo de feria, en el que presentáramos un resumen con los tres mejores conciertos de la semana.
Mi tarea, entonces, era elegir y cubrir los espectáculos que, según mi criterio, podrían interesar más a nuestro público (la gente joven con redes sociales), y decidí acudir al de Paquita solamente porque no pude asistir al concierto que esa misma semana había ofrecido El Tri.
Traté a ese evento como uno de relleno y, creyendo que no interesaría mucho a mi audiencia joven, no preparé preguntas, ni hice una semblanza o reportaje, como lo hacía con otros artistas cuando visitaban mi ciudad.
Al enterarme de su fallecimiento, quise compartir con mis seguidores —como lo hago cada vez que encuentro un pretexto—, otro de mis reportajes perdidos que han quedado guardados en una vieja memoria USB. Pero cuando encontré el video me decepcioné al recordar que aquella noche no hice más que sólo ir a su concierto y grabar algunas tomas antes de irme a casa.
"No desaproveches la oportunidad de preguntar", ese fue el primer consejo que Lulú me dio la primera vez que acudí, como prensa, a cubrir un evento masivo; y es, ahora, el consejo que yo me daría a mí mismo y a cualquiera que comience a dedicarse a esto. Tuve la oportunidad de hacerle preguntas a una de la voces más icónicas del género ranchero en México. Tal vez, a la primera voz femenina que se atrevió a asumir un papel de empoderamiento con sus canciones... y la dejé pasar por tontamente creer que ya no era una artista vigente.
Aprendí mi lección esa misma noche, cuando salí de la sala de prensa y accedí al auditorio principal desde backstage creyendo que vería un foro semivacío, como sucedía cuando se presentaban los artistas menos populares. Pero, para mi sorpresa, me encontré con un auditorio a reventar.
Más de 25 mil personas habían ido a ver a Paquita aquella noche. El Foro estaba tan lleno, que la gente ocupaba los asientos reservados para la prensa en la fila de enfrente y, entre empujones, apenas pude grabar la reacción de Paquita cuando subió al escenario y vio lo mismo que yo: un foro lleno hasta su última grada.
Era claro que, más que ser una artista que seguía vigente, ella era una de las máximas estrellas que pisarían ese escenario en aquel año.
No tendré otra oportunidad para preguntarle a Paquita qué fue lo que la animó a empoderarse en sus letras, la mayoría de ellas de despecho, pero duramente aleccionadoras contra los malos hombres. No podré preguntarle si sacar sus tristezas como artista fue una terapia efectiva contra los dolores de la vida, ni qué era lo que hacía que después de tantos años siguiera derramando lágrimas al cantar en los escenarios... Si lo hubiera hecho, hoy tendría una mejor historia que contar, una que no necesitaría de un pretexto para ser compartida, porque seguramente más de alguno de sus seguidores la volvería a leer cada vez que la quisiera recordar.
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